Doctoradas en locura
Gafas de sol que ciertas señoras que rondan la setentena llevan y que, más que gafas, son una especie de cajón que les ocupa media cabeza, como si estuviesen ciegas de un modo tremendo o llevaran un casco de realidad virtual para jugar su locura con elegancia.
Imaginad a una de estas señoras vomitando estratégicamente en la calle, en el paso estrecho entre dos coches aparcados, para luego ir a sentarse en una cafetería cercana y espiar, oculta tras sus gafas-cajón, si alguien patina con el vómito para ir corriendo a preguntarle si se ha hecho daño y explicarle consternada cuántos han patinado antes que él esa misma mañana.
Sería una buena locura, sí. Seguimos juntos empujando este barco que empieza y ya nos tiemblan los brazos y no sabemos si hacemos fuerza o estamos simplemente apoyados en él.
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