lunes, 23 de marzo de 2009
La idea es que un señor de la funeraria, un comercial de la funeraria, enseñe muchos ataúdes a una familia que acaba perder a uno de sus mayores en circunstancias trágicas, tantos ataúdes que al final los familiares tengan que parar la exhibición por embotamiento, que tengan que pedile al comercial que haga el favor de dejarles unas horas de reflexión en su domicilio y que una vez decidido el ataúd le llamarán porque en ese momento no pueden decidir con claridad. Es entonces cuando el comercial les da una tarjeta en la que figura el número de teléfono de la funeraria y les dice que cuando llamen pregunten textualmente por El Loco porque en la funeraria a él se le conoce por ese mote. Evidentemente los familiares se extrañan mucho y el comercial ha de calmarlos, por así decirlo, e insistir varias veces en que no tengan ningún reparo en preguntar por El Loco, que, de hecho, si preguntaran por el nombre auténtico del comercial nadie en la funeraria lo reconocería. Finalmente la familia acepta hacerlo de este modo y cuando, horas más tarde llaman a la funeraria y preguntan muy serios: “¿Podríamos hablar con El Loco?”, una empleada de la funeraria les insulta y les grita que ya está bien de gastar bromas telefónicas y que hará todo lo posible por localizar su teléfono y cursar una denuncia, los familiares muy contrariados intentan explicar la historia del comercial pero la empleada cuelga el teléfono. Es entonces cuando los familiares deciden ir a la funeraria y allí está el comercial que les dice que es una broma que él suele hacer y acto seguido pasa a hablarles de ataúdes y precios.
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3 comentarios:
Esta historia es un auténtico canapé.
Una buena persona que quiere iluminar las vidas de gente que atraviesa momentos oscuros, que intenta hacer nacer una sonrisa en mitad del llanto. Un payaso sin fronteras de la vida.
Quien le censure no tiene corazón.
Cualquiera diría que es una meada fuera de tiesto.
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