lunes, 11 de mayo de 2009

Hola, amigos, hoy traigo una idea que en su día expliqué en la radio, vamos con ella directamente que hoy tengo sueño. Una familia entera viaja muy contenta en un tren Alvia, todos sentados junto a los lavabos, muy animados. Todos conocéis la expresión estar uno en su salsa, pues bien, el abuelo del clan no ha estado más en su salsa en toda su vida, sentado en un cómodo tren con cuatro horas por delante para disfrutar de los suyos, de hecho, se puede decir que eso es estar genéticamente en tu salsa, chapotear de felicidad en tu caldo, la familia que ha salido de tus cojones iluminada por el sol, y tú en la recta final de tu vida, ocioso y emocionado. Los nietos también están eufóricos y sus padres, los hijos del viejo, claro, muy divertidos con la situación. En definitiva, se respira muy buen ambiente en aquellos asientos. Unos minutos después de la salida del tren, un señor se acerca a la familia y empieza a presentarse a todos sin excepción estrechando la mano incluso de los nietos más pequeños, ¡cuasi bebés que no habían dado la mano a nadie en su vida!, entonces se produce un silencio cómico, el desconocido repite su nombre y apellidos a cada miembro de la familia pese a estar sentados todos juntos, los familiares se miran de reojo conteniendo la risa ante el absurdo del señor, no pueden creer que todo esté siendo tan gracioso, tan insólito, el mundo está loco y ellos son una familia estupenda, piensan para sus adentros, el desconocido da por terminada la ronda de presentación y entra en el lavabo, unos minutos más tarde sale sonriente y se despide de todos educadamente.

Entonces es cuando llega el olor a mierda. Un olor espectacular, algo brillante, el Mozart del olor a caca. Una virguería exquisita. Primero algún comentario jocoso del abuelo y luego el silencio al notar que el olor no se va para nada, no cesa en absoluto durante la primera hora, como si las moléculas de mierda fueran helicopteros fijos en un punto del espacio a la espera de órdenes. Incluso algún integrante de la familia llega a entrar en los lavabos para comprobar que no haya un cuerpo cónico atravesado de mala manera en el hueco de porcelana e irradiando partículas sin descanso. Pero allí no hay nada, es como si ese hombre tan educado hubiese cagado en el aire mismo. El tren está completo, no hay otro lugar donde ir, en las siguientes horas se crean vectores inéditos en la familia, miradas de loco, caras romboidales, el abuelo por primera vez ve a sus nietos como a unos desconocidos en un autobús. Ese olor a mierda es como si unos criminales del Este hubieran entrado en una casa y torturado a toda la familia. Antes de hacer algo tan magno hay que presentarse rigurosamente.

Ya está montado el muñeco. Me voy a dormir con fuerza, buenas noches, merdolios.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder miquel! me lo acabo de leer en el Fnac y una señora ha venido a preguntarme sobre un libro infantil de Sorolla justo al terminar la última frase y joder, no me he podido aguantar! me he reído en su cara mientras me hablaba, le he soltado una carcajada enfermiza en toda la jeta. La pobre mujer ha creído que me reia de ella así que me he visto obligado a explicarle que me reía de otra cosa, pero ella totalmente indignada no me ha creído, total, que al final he cogido un atajo muy raro, le he dicho, mire, es esto, y le he enseñado tu post, ella lo ha mirado un poco por encima, no sé que le habrá dado tiempo a leer, palabras sueltas supongo: mierda, ancianidad...no sé, lo loco es que me ha mirado, ha sonreído me ha dicho "ah! vale, vale", como si ya supiera quien eres y a lo que juegas, ah! el post de Miguel Noguera, menuda locura, eh?! y se ha ido.Y se ha ido dejándose el libro de Sorolla.

stefano vergani dijo...

miquel, no nos merecemos tanto arte! esto da para todo el futuro y mucho mas. buenisima la idea de presentarse antes dando la mano y luego expresando todo el olor interno que tenemos.

El Hombre de la Pústula dijo...

Dormir muy fuerte. Tirarse sobre la cama de cabeza, estrellarse contra la almohada habiéndola rellenado previamente de ladrillos para efectivamente dormirse de golpe.

Irse a dormir con rabia, en seco, como dando un portazo.